Hace 500 años, un marino vasco llamado Juan Sebastián Elkano escribió un capítulo de la historia que merece la pena recordar.
Elkano, nacido en la localidad de Getaria en 1487, fue el capitán de la primera circunnavegación de la Tierra en 1522 a bordo del nao Victoria. Enrolado en la expedición de otro ilustre explorador y marino, Fernando de Magallanes, partió en 1519 en cinco naves en busca de especias al Océano Índico por una ruta desconocida y todavía inexplorada.
Tras muchas penalidades y tras la muerte de Magallanes, que era el capitán inicial de la expedición, lograron atravesar por primera vez el Pacífico y llegar a Filipinas al mando de Elkano.

Para adentrarse en el mar hace falta necesidad, ambición o curiosidad
A partir de este momento Elkano pasó a liderar la expedición y logró llevar a los supervivientes de la travesía hasta su destino, las islas Molucas. Una vez allí, tomó la decisión de volver por el sur del océano Índico abriendo una nueva ruta y, de esta manera, quedó demostrada la redondez del planeta.
Hace 500 años, esta aventura contribuyó al inicio de la Era Moderna, interconectando tierras y poblaciones de manera global.
Este hito tuvo una relevancia mundial y supuso un punto de inflexión a nivel cultural, geográfico y sobre todo humano: cuestionó el orden establecido y trazó nuevas líneas en todos los sentidos. Elkano puso, hace 500 años, la primera piedra de una reflexión global, trayendo de su viaje nuevas maneras de pensar y de entender el mundo.
En cierta manera, cuando nos montamos en nuestra bici, nos podemos sentir Elkano por unos instantes. Y es que encima de una bicicleta el afán por descubrir y el sentimiento explorador se apoderan por completo de nuestro ser.
La bicicleta es un medio idóneo para ese descubrimiento, tanto interior como exterior. Aparte de llevarnos a lugares mucho más vírgenes y remotos, la bici hace al cuerpo trabajar. Y cuando el cuerpo trabaja, la mente descansa. Encima de la bici los pensamientos brotan, llegamos más lejos en ambos sentidos.

Por ello, podemos concluir que el fin no es rodar, rodar es el medio. El medio para descubrir nuevos sitios pero también para reencontrarnos con nosotros mismos.
Y es que al igual que Elkano trazó nuevas líneas a través del mar, la bici nos acompaña cada día a la hora de conectar no solo con nuestro entorno, sino también con nuestro interior.


