7 diciembre, 2017

Seeking Adventure: Monte Hood, Oregon

Wy’east

La leyenda de la montaña es… pues eso, una leyenda. Tras haber sido bautizada con su nombre actual en 1972 durante la expedición del capitán George Vancouver, el Monte Hood era conocido anteriormente por su denominación nativa en Multnomah: Wy’east. La llames como la llames, la montaña no es solo increíblemente bella, sino que además ofrece oportunidades que parecen infinitas para la aventura.

Decidimos aprovechar al máximo el sol que se esperaba y diseñamos un plan para concentrar dos travesías (en zonas muy diferentes) en una sola jornada. Nuestra ruta matutina nos llevó en dirección al complejo Cloud Cap Inn y al camping de Tilly Jane. Fue un recorrido bastante sencillo y, siempre que uno supiera controlar su cabra montesa interior, para disfrutar. Salimos de Parkdale y, al cabo de unos 15 km y de algo más de 600 m de ascensión, abandonamos el pavimento y comenzamos a revolcarnos en el barro.

El paraíso

El Monte Hood es un paraíso para los amantes de las actividades al aire libre. Ofrece a los esquiadores seis zonas con un total de unos 4.600 acres de terreno esquiable y el único remonte de toda Norteamérica que funciona durante todo el año. Para aquellos que prefieren las rutas algo más cálidas, el Monte Hood cuenta con casi 2.000 km de pistas de senderismo y prácticamente infinitas opciones para practicar el ciclismo sobre pistas de grava. Como es natural, esto último era lo que íbamos buscando. Y el Monte Hood no nos decepcionó.

El más grande

Hermoso y majestuoso, el Monte Hood es la cima más alta de Oregón y la cuarta mayor de la Cordillera de las Cascadas, con 3.429 m de altitud. Está considerado como un estratovolcán “potencialmente activo” por el Servicio Geológico de los Estados Unidos, y pese a que la probabilidad de que entre en erupción en los próximos 30 años oscila entre un 3% y un 7%, todavía hoy continúa rodeado de un aura de misterio, tanto por su extensión como por su potencial explosivo. Los residentes de Oregón dependen del Monte Hood por su madera pero también por las zonas de recreo que ofrece al aire libre; además, representa para ellos también una fuente de preocupación constante.

Variedad

Quienes vivimos en el Pacífico Noroeste –y en la vertiente occidental de la montaña– pasamos mucho tiempo en las carreteras cubiertas de musgo que discurren entre imponentes abetos de Douglas. Esto no supone ningún problema, aunque la variedad que ofrecen las vertientes norte y este del Monte Hood resulta apasionante. Mientras los glaciares esculpen franjas anchas y claras en la parte superior, en la inferior se observan extensas zonas quemadas que contrastan con los bosques de color verde oscuro que las rodean, dando al visitante la sensación de que se encuentra muy lejos de casa.

Cloud cap

Tras otros 15 km de recorrido y otros 600 m de ascensión adicional siguiendo una pista de grava de cierta calidad y una colina rompepiernas, llegamos al Cloud Cap Inn. Construido en 1889 pero ya cerrado hace tiempo, este histórico refugio alpino es el más antiguo de EE. UU. Desde el Cloud Cap uno puede sentir a corta distancia el Glaciar de Elliot y la vertiente nordeste del Monte Hood.

Toma II

Tras un descenso bastante rápido, el almuerzo y la consulta obligatoria del correo electrónico, nos dirigimos hacia Washington atravesando el río Columbia para nuestra excursión de la tarde. Nos proponíamos ascender por las carreteras que se encuentran justo al norte del río y simplemente plantarnos en la cima del Syncline Trail. Por resumir: no es posible “plantarse” sin más en la cima de una ascensión de más de 6 km de longitud y casi 700 m de altitud.

A divertirse

Justo es decir que el esfuerzo merecía la pena: desde la cima se podía disfrutar de una luz asombrosa y de unas vistas espectaculares. De pronto nos sentimos con las pilas cargadas a tope. Lo cierto es que las pistas eran más adecuadas para la práctica del MTB con suspensión total, pero rodamos lo que pudimos, ascendimos lo imposible y nos divertimos con nuestras bicis como si no hubiera un mañana. Porque no lo había.

Cuando el sol comenzó a ponerse, aprovechamos al máximo los últimos instantes de luz rodando sobre las rocas y a través de los campos, en lo que se convertiría en uno de los momentos más memorables que hemos pasado sobre nuestras bicicletas.

Afortunados

No cabe duda de que el Monte Hood y la zona circundante proporcionan amplias oportunidades para reunirse con amigos, disfrutar al aire libre y perderse, tanto en su acepción física como metafórica. De nuevo tuvimos ocasión de comprobar lo afortunados que somos de tener al alcance de la mano un patio de juegos como este. Si te encuentras en la zona y el tiempo acompaña, te recomendamos que te des una vuelta por aquí con tu bici. Seguro que no te arrepentirás. ¡Eso sí, no olvides venir equipado para las ascensiones que te esperan!