19 octubre, 2016

#Ride: las primeras pedaladas (y II)

Entre Iowa, EE.UU, y Finlandia hay más de 7.000 kms de vuelo. Sin embargo, nuestras protagonistas están más unidas de lo que podría parecer por esa distancia. Y es que la estadounidense Amanda Miller y la finlandesa Sari Saarelainen son veteranas corredoras entregadas, desde hace años, a la lucha por la profesionalización del ciclismo femenino.

Sari, componente del Michela Fanini, vivió de cerca el ciclismo desde muy pequeña, ya que su padre era entrenador ciclista. Su flechazo por el mundo de la bicicleta, no obstante, se produjo cuando vio competir a Leontien van Moors. “Le pregunté a mi padre si podía conseguirme una bici. Tenía 10 años de edad. Al verano siguiente estaba compitiendo en mis primeras pruebas”, señala.

Amanda, del Visit Dallas, llegó más tarde a este deporte. Lo hizo para mejorar su preparación cuando jugaba al baloncesto, pero pronto dejó la canasta por las dos ruedas. Y eso que los comienzos no fueron fáciles. “Viví momentos de mucha inseguridad. Afortunadamente tuve buenos ‘mentores’, pero mucha gente puede sentirse abrumada durante sus primeros pasos en el mundo de la competición”.

Dejar atrás tu país

Las dos ciclistas tuvieron que marchar lejos de su casa para crecer en este deporte. Es más, la corredora estadounidense apoyada por Orbea cruzó el charco para recalar en Europa. “¡Dejar mi país fue difícil, seguro! Pero no tanto estar lejos de mi hogar como el hecho de tener que hacer frente a las diferencias existentes entre correr en EE.UU y Europa. En Europa es, sin duda, más difícil. Las carreteras son estrechas, las carreras más intensas y es mucho más difícil moverse entre el pelotón”.

Para Sari, por su parte, se trataba de un paso lógico en su carrera. Abandonó Finlandia con sólo 16 años para ir a Alemania y ver hasta dónde podía llegar. “Mi gran momento fue en el Giro de Trentino en 1999. Había sido quinta en el Mundial Junior el año anterior. Todo el mundo hablaba sobre el equipo GAS, y decía que era insuperable. Durante una etapa, en el último ascenso, miré alrededor y vi que estaba junto a ciclistas como Luperini y Sundstedt. Fui consciente de que tenía a mano el top 10, y el maillot de líder de la categoría sub-23. También de que me llegarían propuestas de algunos de los más grandes equipos profesionales. Y así fue. Al año siguiente estaba corriendo en Italia como profesional”.

Ciclistas, madres y empresarias

La corredora Orbea considera que es “un trabajo duro” ser ciclista. Y más si, como en su caso, eres madre y empresaria. “Supone una dedicación de 24 horas al día, siete días a la semana. No obstante, tener hijos, otras aficiones y un trabajo le da más color a mi vida, y es un buen contrapeso para el ciclismo”.

Amanda, por su parte, confiesa que está en el último tramo de su carrera. “Este año me he centrado en el ciclocross. He conseguido un Top-5 en la Copa del Mundo de Valkenburg y el 15º puesto en el ranking de la UCI. Intentaré mejorar esos logros, pero mirando más allá del ciclismo profesional. Antes de dejar este deporte querría transmitir todo lo que he aprendido a mis compañeras de equipo y ayudarlas a tener éxito”.

¿Hacia un futuro mejor?

Las dos componentes de los equipos apoyados por Orbea observan con ilusión el nacimiento del UCI Women´s World Tour, aunque creen que todavía queda mucho por hacer. “Es un paso en la dirección correcta. Es de esperar que permita que con el tiempo este deporte mejore y evolucione. Para ser una nueva iniciativa, este primer año ha tenido un buen comienzo. Ahora todos nosotros -la UCI, los equipos, etc- debemos mantener este impulso y averiguar cómo podemos hacer que el ciclismo femenino se convierta en algo más grande”, señala Amanda.

Sari es de la misma opinión. Califica esta iniciativa como “un buen gesto”, pero la realidad a su juicio es que los equipos femeninos continúan saliendo mucho menos tiempo en la televisión que cuando la carrera es masculina, los presupuestos son una pequeña parte del que manejan los equipos masculinos y las escuadras femeninas, según subraya, son una mezcla de profesionalidad y amateurismo.

“Tengo un negocio en Finlandia y sé que si lo manejara como un hobby o si tratara mal a mis empleados, hubiera entrado en quiebra hace tiempo. Si el ciclismo femenino es una profesión debería funcionar como cualquier otra empresa. Puede sonar gracioso, pero enviaría un cuestionario a todas las ciclistas de equipos profesionales acerca de qué cosas hay que arreglar. Estoy segura de que la UCI obtendría una respuesta muy interesante que podría utilizar para mejorar este deporte”, finaliza.

Y es que, como menciona Amanda,  todo está entrelazado. “Uno de los problemas reales del ciclismo femenino es su falta de visibilidad, así como de patrocinio económico y la infraestructura de los equipos. En muchos casos, los equipos no disponen de suficiente dinero como para tener una estructura profesional. Los patrocinadores que podrían aportarlo esperan a que este deporte alcance una mayor difusión para invertir en él, pero si no surgen carreras con el mismo nivel de exposición que las masculinas es difícil vender el atractivo de un equipo”.

A pesar de todos estos inconvenientes, Amanda y Sari siguen pedaleando no sólo por lograr nuevas conquistas personales, sino por el que sería el triunfo definitivo: dotar de un mayor profesionalismo, y apoyo económico, al ciclismo femenino.