2 octubre, 2017

Seeking Adventure: Lost Lake, Oregón

Salir

Estamos convencidos de que, de algún modo, todos tenemos una predisposición genética hacia la aventura. La belleza de la individualidad humana permite que cada uno de nosotros cree su propia definición de ese concepto, y no existen respuestas correctas o erróneas. Para que se te considere una persona aventurera no es necesario que tus inclinaciones sean impulsivas, peligrosas o que no tengas en cuenta las consecuencias de tus actos. Es tu vida: el guion lo escribes tú.

Descubriendo nuestro patio trasero

Ciertamente, nos vimos en cierto modo privados de tiempo libre hacia el final del verano y el principio del otoño, puesto que la vida se interpuso en nuestro camino, frustrando nuestro deseo de montar en nuestras bicis. Lo hace a menudo. Al mismo tiempo, cuestionamos lo que generalmente está considerado como una verdad –y que, sin dejar de serlo, es inexacta–: que es necesario recorrer grandes distancias para vivir una aventura (no obstante, no nos oponemos en absoluto a esta idea). Así, con las limitaciones impuestas por el tiempo, planificamos ávidamente una escapada al Monte Hood, ubicado a tan solo 80 km al este-sudeste de Portland, nuestra sede en América del Norte.

Hacia lo alto

Sabíamos que nuestro destino era Lost Lake, pero no habíamos planificado un recorrido concreto para nuestra travesía, de modo que nos dirigimos hacia la montaña y hacia las proximidades del lago. Todas las rutas apuntaban hacia lo alto y continuamos ascendiendo, pero sin la urgencia que suele caracterizar a las travesías por carretera. En ocasiones rodamos a toda velocidad, otras veces nos lo tomamos con calma, e incluso hay momentos en que nos detenemos por completo para echar un vistazo al paisaje.

Solos

Resultaba increíble que nos encontráramos a apenas una hora de distancia de una ciudad con más de dos millones de habitantes. Después de aparcar a las afueras de Hood River, no vimos prácticamente a nadie desde el momento en que abandonamos las vías principales. Es verdad que era un día laborable, pero sentimos una soledad bastante impresionante, y una vez que llegamos a las pistas forestales menos concurridas parecía como si tuviéramos toda la montaña para nosotros.

Poner las reglas

Uno se ve imbuido de cierta sensación de autoridad cuando la aventura va surgiendo a medida que pedalea. No se trata de una autoridad sobre otra persona o cosa, sino que la falta de un recorrido y una planificación concretos, unida a unas opciones aparentemente infinitas de pistas, senderos y oportunidades para la exploración a pie, llenó nuestro viaje de energía y entusiasmo. Como niños que exploran la frontera final, ascendimos tranquilamente las pendientes del Monte Hood, con enorme interés por lo que nos esperaba a lo largo del camino.

Jugando a la ‘rana’

Las grandes aventuras ciclistas son una suma de todo lo que va sucediendo por el camino, tanto sobre la bici como cuando uno se baja de ella. El hecho de mantener opciones abiertas suele traer sorpresas que, en la mayoría de los casos, nos recuerdan a las aventuras que vivíamos en nuestra tierna infancia. La felicidad y la libertad absolutas que proporciona montar en bicicleta, junto con la diversión a pie a lo largo del trayecto –en los cruces de los riachuelos, haciendo ‘el juego de la rana’ en el rio con las piedras, etc.–, hacen que este tipo de aventuras sean memorables. El hecho de no haberlas planeado y su espontaneidad no hacen sino añadir otro elemento de regocijo al juego.

Historia

También disfrutamos mucho descubriendo la historia de todo lo que nos rodeaba. Al entender la geología regional y la historia de nuestros antepasados, nuestros viajes cobran mayor sentido y aportan una interesante perspectiva de nuestra visita y nuestra relación con la zona. No somos en modo alguno geólogos, petrólogos ni nada que se le parezca, pero es difícil no preguntarse cómo se formó todo, teniendo en cuenta la inmensa belleza y variedad de los paisajes. Nos dedicamos a explorar como un niño de cinco años que comienza a preguntar “¿por qué”, intentando encontrar el porqué de lo que nos rodeaba. ¿Un volcán? ¿Una placa tectónica? ¿Un deslizamiento de tierras? ¿Un glaciar? ¿Todos los anteriores?

Cargar pilas (o algo así)

Una buena ascensión –junto con una buena travesía– merece una recompensa (al fin y al cabo esa es la mitad de la razón por la que lo hacemos, ¿no?). Por lo tanto, decidimos descansar y disfrutar de una comida y un chapuzón cuando llegamos a Lost Lake. Por desgracia, la única tienda de comestibles dejaba bastante que desear en cuanto a variedad y calidad de la comida, pero como se suele decir, el hambre es el mejor cocinero: nuestro surtido de patatas fritas, galletas, refrescos de cola y otros tentempiés insustanciales sació con creces nuestro apetito, enorme aunque carente de criterio. Al menos, fue suficiente para recuperar fuerzas y poder regresar a casa

Descubrimiento

Antes de nuestro descenso de regreso a Hood River y mientras disfrutábamos de las delicias culinarias de las grasas hidrogenadas y del sirope de maíz con alto contenido en fructosa, conversábamos sobre la belleza y la expansión de la montaña en la distancia. Hablamos de explorar nuevas carreteras y nuevos senderos, del juego de las cabrillas y de lo que queríamos para una “cena de verdad”.

A lo largo del día se nos presentaron innumerables ocasiones para comprobar que la aventura está en cualquier parte. Puede adoptar muchas formas y, a menudo, encontrarse mucho más cerca de casa de lo que uno espera. A veces todo lo que se necesita es una mente abierta y la voluntad de mirar.