Todas las excursiones tienen un comienzo, y este comienzo fue en Portland (Oregón). Los compañeros de aventuras Justin y Remi llegaron en avión, se reunieron con nuestro equipo y con nuestros fotógrafos, y prepararon sus bicicletas para usarlas durante los días siguientes. Entonces ascendimos durante 3 horas y media hasta nuestra base de operaciones de Cle Elum, en el Estado de Washington, el punto medio de nuestra excursión de dos días.
Nuestro recorrido en bicicleta a lo largo de la John Wayne Pioneer Trail, la vía férrea reconvertida en vía verde más larga de los EE.UU., comenzaba en Vantage (Washington), a orillas del río Columbia. Ante la duda de por dónde empezar nuestro viaje, nos abrimos camino hacia poniente a través de un alambre de espino, cerca del castillete ferroviario.
Cuando investigábamos la Ruta John Wayne descubrimos una reseña que advertía de un “tramo de unos 30 kilómetros de arena y rocas, casi impracticable en bicicleta.” Antes de la excursión nos pitorreábamos y cuestionábamos la forma física de aquel pobre hombre, incapaz de transitar por un puñado de arena, pero su descripción no podía ser más precisa: invertimos unas 3 horas en recorrer poco más de 30 kilómetros en nuestro primer día de aventuras.
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Como suele decirse, ‘si fuera fácil, cualquiera podría hacerlo.’ Esto explicaría en parte por qué no había ni un solo ciclista en este tramo del recorrido aparte de nosotros (realmente no vimos ningún ciclista en todo el día). Este tramo del camino se parecía a los de las películas de Mad Max, de los que sólo el propio Max podría salir airoso. Bancos de arena, piedras grandes como neumáticos, y temperaturas de casi 40°C nos empezaron a pasar factura cuando nos pusimos rumbo al oeste. Cualquier sombra valía su precio en oro. Puede que la sombra no pese nada, pero aquel día habríamos dado todo nuestro oro por tener algo más de sombra.
Nuestra recompensa consistió en un breve descanso del desierto al tropezar con una parte de la ruta cubierta por espesa vegetación y llena de barro. Al ver cómo algo verde podía surgir en aquella región desértica calcinada por el sol se nos vino a la mente la palabra ‘oasis’, pero sin palmeras ni camellos abrevando en pozas relucientes. Poco después recibimos otro ‘regalo’ cuando entramos en un túnel que nos resguardó del sol durante un minutos y nos refrescó con su semioscuridad.
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Después del túnel proseguimos durante más o menos una hora, hasta cubrir la ruta prevista para ese día. Celebramos haber superado el segmento Strava que a priori era el más patético de todos sacando unas cervezas ligeramente frescas, bocadillos y cocacola. Decidimos por unanimidad que aquellos habían sido los kilómetros más duros que habíamos recorrido jamás en bicicleta, y lo demostramos tirándonos más de hora y media tumbados en el suelo, comiendo y bebiendo tanto como pudimos.
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Día 2
Después de desayunar y de ver la Vuelta a Utah en Internet, partimos de Cle Elum hacia el oeste, rumbo al puerto de Snoqualmie. El día empezó con un fuerte viento de cara, y con unas temperaturas que rondaban los 15°C; recibimos aquella brisa con los brazos abiertos, sobre todo después de los 40°C de la tarde anterior. Poco después gozamos de la protección de los árboles, con los ciervos, alces, vados y flores acompañándonos durante la primera parte de nuestro recorrido.
Después de detenernos para explorar el lago Easton, el tiempo parecía volverse otoñal en cuestión de minutos y rodamos con frío y lluvia lo que quedaba de subida, hasta el puerto de Snoqualmie. Esta parte de la Ruta John Wayne resultaba mucho más transitable. La pista de grava y tierra apisonada nos permitió ahorrar un tiempo que aprovechamos para dedicarlo a la aventura. Resulta asombroso todo lo que puedes ver y encontrar montando en bici cuando eso es lo que buscas.
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Acabamos la jornada montando alrededor del lago Keechelus para ascender hasta el túnel ferroviario abandonado de Snoqualmie, de cuatro kilómetros largo, con lo que coronamos el puerto de Snoqualmie. A esa hora ya no veíamos de buen grado la caída de las temperaturas, pero generó un marco de rareza meteorológica en los dos extremos de nuestra excursión. El día lo culminamos -quién lo iba a decir- con más comida y contándonos más historias.
El tramo de la ruta John Wayne que hemos recorrido no se parecía en nada a lo que esperábamos que fuera. Sin embargo, satisfizo todos nuestros deseos y posiblemente incluso los superó. Nos ha brindado algunos de los kilómetros más divertidos y duros que hemos visto jamás montando en bici. También ha reavivado nuestras ansias de aventura, y nos ha recordado la importancia de la misma. Así que, la próxima vez que salgas a montar en bici, asegúrate de tomarte tu tiempo para parar y explorar algo nuevo. Nunca sabes lo que vas a encontrarte.