26 abril, 2018

Marino Lejarreta: el junco contra la montaña

Hablar con Marino Lejarreta (Berriz, 1957) es hacerlo con un icono del ciclismo de nuestro país. Bajo el apodo de “El Junco de Bérriz” hizo vibrar a todo buen aficionado en sus 13 años como profesional (de 1979 a 1992) en los que compitió con varios equipos, entre ellos el mítico Seat-Orbea, al que llegó tras la marcha de otro mito: ‘Perico’ Delgado.

Eslabón de una saga de ilustres ciclistas (su hermano Ismael fue profesional hasta 1983, y su sobrino, Iñaki Lejarreta, al que siempre recordaremos con afecto y cariño, compitió con el Orbea Racing Team) tiene en su palmarés 52 victorias, entre ellas destacan la Vuelta a España del 82; las dos etapas en el Giro de Italia y, en especial, la etapa del Tour de Francia de 1990, donde superó en Millau a Miguel Indurain el año del despegue del navarro.

Lejarreta fue “escalador atrevido” al que su pasión le impulsaba a enfrentarse a la montaña sin miedo. Esa pasión por la bicicleta sigue intacta, como puedes ver en esta entrevista que realizamos con él hace unas semanas, aprovechando su visita a nuestras instalaciones de Mallabia.

Muchos dicen por tu estilo de correr que parece que habías nacido para ser ciclista ¿Cómo descubriste tu pasión por el ciclismo?

Una cosa es la pasión y otra la competición. La pasión la tengo yo creo que desde que nací. Antes, tener una bicicleta era un gran privilegio y mi padre tenía una para ir a trabajar, aunque al final la usábamos toda la familia. Con los años empezamos a tener alguna que otra bici: mis hermanos fueron los siguientes en tenerla. Aprovechábamos para ir a distintos sitios y nos pasábamos todo el día con la bici y un bocadillo: Gorbea, Aizkorri… Ellos empezaron a competir y, siguiendo su ejemplo, yo también me lancé a la competición. Así empecé hasta llegar a ser profesional. Es una pasión que no ha desaparecido aunque esté retirado.

¿A qué edad tuviste tu primera bici?

Mi primera bici “propia” –antes la compartíamos todos los hermanos- la estrené cuando  comencé a competir a los 16 años… aunque era de segunda mano y recompuesta con piezas que tuvimos que ir comprando aparte. No tenía ni marca (risas)… Recuerdo que la primera bici que apareció en casa, la de mi hermano, sí fue una Orbea. Llegó gracias a un vecino nuestro que trabajaba allí.

Durante tu carrera has logrado grandes gestas: victorias de etapa en las tres Grandes Vueltas, victoria general de la Vuelta, tres victorias en Clásica de San Sebastián… ¿Cómo recuerdas al ‘Marino Lejarreta ciclista de competición’?

Creo que era un escalador atrevido, porque corría más con el corazón que con la cabeza. Cuando tenía un impulso ‘tiraba para adelante’ porque me apetecía hacerlo, sin pensar mucho en las consecuencias, y a veces el tiro salía por la culata y otras salía bien. Era mi forma de correr y disfrutaba así.

Era una época en la que las estrategias de equipo pesaban menos que las sensaciones del ciclista; un ciclismo más ‘atacante’ e impulsivo, ¿no es así?

Sí, también había estrategias, pero en mi caso funcionaba por impulsos. Muchas veces el cuerpo me pedía atacar al comienzo del puerto, y lo hacía sin pensar que podía quedarme ‘vendido’ a mitad de subida. Lógicamente con el tiempo y la acumulación de experiencia esos aspectos se han ido puliendo y, actualmente, la evolución del ciclismo, la aerodinámica y los materiales ha hecho que todo sea más rápido: ahora es más complicado ‘romper’ una carrera, incluso en las subidas.

También se escucha mucho que en los 80 y los primeros años 90 el ciclismo era un deporte para sufridores; para ‘mineros’. Hoy en día se asocia el ciclismo al ocio; a la diversión, a las salidas con los amigos; las rutas… ¿Tienes esa misma impresión?

En esa época también era así. Lo que hay que hacer es diferenciar el ciclismo de competición con el de ocio. Aunque hoy en día, en muchos casos, el cicloturismo también está asociado a la competición, porque muchos cicloturistas quieren competir; se exigen un nivel, una meta… En ese sentido, hay que asumir que es un deporte con un punto agónico, porque el esfuerzo es principalmente individual; muchos kilómetros; rampas duras…

De las 52 victorias que has logrado en tu carrera profesional, de esas que lograste a golpe de corazón, ¿cuál recuerdas con más cariño?

Tengo muchas en la memoria… De la Vuelta a España del 83, por ejemplo, que acabé segundo en la general, tengo un mejor recuerdo que la Vuelta del 82, en la que logré la victoria en la General (tras la descalificación de Ángel Arroyo). También guardo buen recuerdo de la etapa de Los Lagos de ese año. La salida fue en Aguilar de Campoo, en donde pasé un frío terrible, hasta el punto de pensar en abandonar… Luego cambió el tiempo y, ya en la subida, no iba con intención de atacar, pero miré atrás y me encontré solo subiendo. Entonces pensé: “Aquí pasa algo, no puede ser que esté tirando tan fuerte”. Tuve la sangre fría de reservarme hasta pasar lo más complicado, el tramo de La Huesera, y desde ahí tirar a tope hasta la meta. Fue una victoria inesperada y muy bonita para mí.

Al final, ese 2º puesto en la Vuelta del 83, fue más gratificante y terminaste más satisfecho con tu rendimiento que en la del 82, en la que fuiste el vencedor…

Sí, tengo una sensación similar con la Vuelta del 91, en la que fui tercero y Melchor Mauri fue el campeón. Creo que hice un buen trabajo para lograr ese resultado. También de otras carreras, como la Vuelta a Burgos o la Vuelta a Cataluña, en la que no me espera la victoria. Curiosamente la primera Vuelta a Cataluña la gané (1980) gracias a la buena contrarreloj que hice, y no se lo creían los holandeses del TI-Raleigh. Son cosas de ciclismo: a veces tienes grandes expectativas y no logras nada, y otras no te lo esperas y ganas.

¿En qué momento te diste cuenta que tu carrera profesional podría llegar a ser larga y exitosa como finalmente fue?

El primer año, en el 79, no pude hacer gran cosa porque me pilló la ‘mili’ y en bici entrenaba más bien poco. En la Vuelta a España empecé fatal, porque no tenía rodaje, pero logré acabarla fenomenal… Si hubiera tenido una semana más, vete a saber. Tenía puntazos que indicaban que podía tener una continuidad. Al año siguiente, con el Teka y haciendo las cosas en condiciones, vinieron las primeras victorias: Vuelta a Asturias, Vuelta a Cataluña, Montjuic… que confirmaron esas expectativas.

Hay un video de tu victoria en una etapa del Tour de Francia en el que no levantas los brazos para celebrarlo; algunos lo pueden tomar como una metáfora de la humildad que te ha caracterizado como ciclista…

Pues lo cierto es que no lo celebré porque no quería hacer el ridículo (risas)… Es que ves a algunos ciclistas que levantan los brazos y luego han ganado otros. Ese día hubo una escapada de unos 20 ciclistas por delante y en la vorágine de la carrera no estaba seguro si había pasado a todos… Y no lo celebré por prudencia (risas).

De las tres Grandes, siempre has tenido especial cariño al Giro ¿por qué?

Son carreras totalmente diferentes entre sí, en su planteamiento y filosofía. El Tour es la más importante y comercialmente la que más recursos mueve. La Vuelta ha tenido sus más y sus menos estos años y tiene su punto nostálgico, pero ninguna tiene el alma que tiene el Giro: los seguidores son apasionados, acérrimos del ciclismo y endiosan a los corredores. En el Tour, por ejemplo, van muchos esporádicos y gente que quiere ser más protagonista que los corredores. Es algo que no lo digo solo yo, muchos ciclistas profesionales coinciden en esta idea.

Esa pasión italiana por el ciclismo ¿crees que es equiparable a la que tenemos aquí en Euskadi?

Es posible. El italiano quizás es más efusivo y visceral. El aficionado vasco es muy entendido y ama este deporte en general: va a ver la carrera, no a un solo corredor o equipo. Aprecia a todos los ciclistas y su esfuerzo por igual.

¿Qué diferencia encuentras entre el ciclismo de tu época y el de ahora?

Sobre todo la velocidad. Pero también el material: estamos hablando de bicicletas que pesaban más de 9 kilos y ahora creo que el límite está en 6-7 kg.: mejores desarrollos, materiales de última generación, aerodinámica… También la preparación y alimentación del ciclista. Aunque en esencia sigue siendo el mismo ciclismo, hay diferencia en cuanto a estrategias y tecnología de seguimiento: ya no puedes hacer las locuras que hacíamos antes porque estás vigilado al milímetro.

Hoy en día existen también bicis específicas, más ligeras para escaladores; o bicis ‘Aero’ pensada para velocistas… ¿Comentáis entre los compañeros de tu generación esta evolución?

Aunque antes todos teníamos la misma bici, por así decirlo, creo hoy en día hay más igualdad en el pelotón. Hoy en día la mayoría de corredores tienen la oportunidad de realizar el mismo entrenamiento que el mejor, de disponer de la misma información o el mismo material. Antes esas diferencias “sociales” eran mayores: el “malo era más malo” y el “bueno más bueno”, porque tenía más recursos y ayuda.

¿Qué evoluciones tecnológicas te han sorprendido más?

Sobre todo la reducción del peso y la mejora del rendimiento y rigidez de los cuadros.  También hay que tener en cuenta que ahora las carreteras están en mejores condiciones…

¿Qué ciclista es el que más te sorprendió cuando competías? ¿Y en la actualidad?

Hinault. Se salía del mapa: podía ir al 70% y tú al 100% y aun así era inalcanzable. Era de otra galaxia. En cuanto a los de ahora… Cuando has sido profesional tiendes a desmitificar a muchos y ya no mitificas a más. Es difícil volver a apreciar del mismo modo a un corredor profesional después de ser uno. Quizá por el trato más cercano, con Contador o Purito.

¿Qué es lo más extraño o la anécdota más curiosa que te ha pasado compitiendo o entrenando?

Alguna que otra confusión de carretera… A mi hermano le pasó algo parecido en una prueba de aficionados: en una ocasión llegó a la meta en dirección contraria y le echaron de la prueba por no hacer el recorrido correcto (risas). También me pasó desviarme 5 km una carrera de esta categoría. Ya en profesionales he tenido alguna anécdota de ese estilo, sobre todo con nieve y niebla. Recuerdo una París-Niza (82) bajando un puerto con la carretera completamente blanca. Con la bici bajábamos bastante bien, apoyando el pie: las motos los tenían más difícil.

La gente te seguirá parando por la calle para recordar algún aspecto de tu carrera, ¿Qué te dicen?

La gente te recuerda con cariño y muchos me dicen que les inculqué la pasión por ciclismo. Es un orgullo recibir esos elogios. Algunos me dicen que todavía me ven “fino” y que podría tirar bien en el pelotón (risas), pero no estoy para esos trotes. Sigo con la bici, también suelo hacer par de horas de MTB con algún grupo de amigos, pero a otro nivel y solo cuando hace buen tiempo (risas).

¿Cuál ha sido el puerto en el que más has sufrido? ¿Y el que más has disfrutado?

Lo pasé fatal en la subida a La Marmolada, porque veía que no tenía opciones y estaba hecho polvo. Y en el que mejor lo he pasado… en muchos, la verdad. Si tengo que elegir diría que en Los Lagos.

Este año tenemos dos equipos vascos en el pelotón: Murias y Euskadi, ambos con bicis Orbea. ¿Qué opinas de estos proyectos y del arraigo del ciclismo en el País Vasco?

Son proyectos que dan luz después de un tiempo en penumbra tras el final de Euskaltel-Euskadi, un equipo muy querido y reconocido por la afición y corredores de todo el mundo, y cuya desaparición supuso un duro golpe. Ahora estamos saliendo del agujero, por eso hay que esforzarse más que nunca para recuperar aquella ilusión. En Euskadi hay material para tener equipos en la élite, pero hay que unirse y remar en la misma dirección para sacarlos adelante.

Desde tu retirada del ciclismo has seguido vinculado a él dirigiendo equipos, comentando carreras. ¿En qué punto estás?

Intento salir con la bici por las mañanas todos los días que puedo, y cuando me lo permiten las tareas cotidianas.

¿Conoces las aplicaciones tracking deportivas? ¿Qué te parecen?

Uso alguna de vez en cuando pero no me va mucho para el tema deportivo. Sí que viene bien para un seguimiento personal y ver tu evolución, como información, pero no me obsesiona. Y eso que la tecnología también es mi pasión… De hecho, estudié maestría en electrónica industrial y siempre era el que ‘chapuceaba’ con las emisoras, walkis, pinganillos y el resto de los cachivaches electrónicos cuando estaba en el equipo ONCE.

En la mecánica de la bicicleta también me interesan mucho los avances tecnológicos. Cuando llegaron los cambios electrónicos sabía que iban a ser el futuro

Para acabar, ¿por qué te apodaban “El Junco de Berriz”?

Lo inventó un periodista: Benito Urraburu, que escribía en el Diario Vasco. Supongo que se le ocurrió por mi altura, delgadez y también porque le parecería un ciclista duro. Aunque eso solo lo sabe él…