22 noviembre, 2016

Miguel Madariaga:el alma de la Fundación Euskadi

En el proyecto, desde el primer día, Madariaga tuvo a Orbea como socio y apoyo. Madariaga recuerda su relación con la bicicleta y sus inicios, en los que cabe remontarse a su niñez: “Yo siempre fui de caserío y en esas casas en los años setenta siempre había una bicicleta, era la mejor forma de transporte porque éramos gente humilde. Con ella podías ir a los sitios. Aquella bicicleta fue una Orbea, un auténtico hierro, era una bicicleta de paseo, sin cambios, creo que llevaba un 18 atrás. Aprendí a andar, como no llegaba a los pedales, metiendo el pie por debajo del cuadro. Mi padre me puso unas alzas para poder llegar a los pedales”.

¿Quién es Miguel Madariaga?

Miguel Madariaga es una persona que ha dedicado toda su vida al ciclismo y que desde muy joven quiso ser ci­clista. Siempre estuve metido en el cicloturismo y de ahí di el salto a la fundación. Mi mayor experiencia se ha centrado en formar equipos. Hace 39 años tuve el primero, un equipo juvenil en Mungia. Desde entonces siempre he trabajado por el ciclismo, generando una experiencia inusitada que un día me valió para meterme en el ciclismo profesional. Alberto Prade­ra, presidente de la diputación de Viz­caya, me invitó a liderar un proyecto que diera una salida al ciclismo vasco desde nuestras escapadas al Tour.

¿Qué hiciste antes de entrar a trabajar en la fundación?

Estuve en el equipo de auxiliares del Teka, también llevé los aficionados del Teka y del Super Ser. Fui creciendo y en el mundillo completé mi forma­ción en temas como alimentación. En los noventa vi que hacía falta algo en el ciclismo vasco y nos pusimos a tra­bajar en ello.

¿Cómo surgen las conversaciones para crear la Fundación Euskadi?

En un viaje al Tour de Francia, creo que en una cafetería de Lourdes, acompañado del presidente Prade­ra y un par de amigos, empezamos a hablar de la situación del ciclismo vasco. Estábamos delante de todos los buses de los equipos. Estaba ahí el de Pedro Delgado, creo recordar. Lamen­tábamos que muchos ciclistas vascos no pudieran competir a pesar de su nivel porque no había forma de salir adelante. Vimos que necesitábamos un equipo vasco para darles salida. Yo trabajaba en la diputación y nos co­gimos confianza. Hicimos varias reu­niones en el despacho de Pradera y de ahí pensamos que la mejor manera era crear una fundación y sacar adelante el equipo profesional. Yo no estaba en ningún momento para ser presidente del proyecto. Trabajé con Juan Carlos Urrutxurtu, que era el jefe de prensa y secretario del presidente, y murió joven.

Y os ponéis a trabajar.

La fundación salió paralela con la del Athletic. Para conseguir los 4.500 so­cios, ahora tenemos unos 1.600 porque se van dando de baja, hicimos unos es­tatutos que explicaban que los corredo­res tenían que haber nacido o haberse hecho en Euskadi. Los socios de alguna forma tenían que ver que éramos la sa­lida para el ciclismo vasco. Así llevamos 22 años, de ellos los últimos tres en so­litario desde que nos apartaron del Eus­kaltel-Euskadi haciendo una estructura propia al margen nuestro.

Y arrancasteis…

En 1993 empezamos el trabajo de la Fundación y al año siguiente ya está­bamos en las carreteras. Con el inicio de la Fundación empezó nuestra re­lación fuerte con Orbea. De ellos ya teníamos buen conocimiento de su producto, incluso ya habían tenido un equipo en profesionales años an­tes. Estaban muy bien equipados. Al sacar el equipo teníamos necesidad de sacar material. Contacté con Jon Fernández, quien manejó todo para que saliera adelante la colaboración. Necesitábamos a Orbea porque esta­ba al lado de casa y ya era una gran empresa. Con Jon y el presidente de la diputación acordamos que Orbea nos iba a ayudar con el material y nosotros a Orbea en su proyección. Tengo que darle muchas gracias a Orbea porque si no es por ella, el proyecto hubiera muerto a los dos años de nacer por­que había fuertes egoísmos entre los corredores, sus representantes… Una especie de jungla, muy duro. Jon nos aconsejó siempre muy bien. Dar el paso del segundo al tercer año costó mucho, hablo del año 96. Si no en­contrábamos un sponsor teníamos graves problemas.

¿Cómo era tu conocimiento de Orbea en competición?

Era grande. Hubo un tiempo en que en amateurs, Zeus era la marca más utilizada. Una vez Orbea la absorbió todos nos fuimos con Orbea. Zeus tenía el centro de operaciones en Ma­tiena y con ellos trabajábamos codo con codo.

¿Cómo era el material?

El material de entonces no tiene nada que ver con el actual, pero para nues­tras circunstancias estaba perfecto.

¿Cómo fueron los inicios?

Muy duros. Recuerdo que en el 95 me embargaron el piso. No entraba el dinero y los corredores exigían. Real­mente lo pasamos mal, pero nos apo­yaron mucho.

¿La llegada de Euskaltel-Euskadi fue clave?

Desde luego. Llegó por mediación de Juan José Ibarretxe, exciclista y gran aficionado. Con ellos empezamos a ver la luz, aunque Orbea siempre es­tuvo en ese proceso. Desde ese punto fuimos creciendo y creciendo hasta ser lo que fuimos. Hemos de admitir que si Orbea no hubiese contribuido al 1.000%, las cosas no habrían sido como han sido. Todo ha sido entre Jon y yo. Hemos conectado per­fectamente. La Fundación Euskadi siempre ha tenido lo mejor que hay en el mercado. Lo hemos visto en los doce Tours en que he estado, en los nueve Giros y en las catorce Vueltas a España.

No obstante el primer objetivo, el principal, fue estar en un Tour de Francia, de principio a fin.

Ibarretxe estaba obsesionado con que un equipo vasco llegara a los Campos Elíseos. Yo luché mucho por estar en el Tour. Tocando diversas teclas sa­bía que tenía que llegar a Jean-Marie Leblanc, acompañado por Ramón Mendiburu en función de traductor. Me dijo que era posible que Euskal­tel-Euskadi estuviera en el Tour por­que a él le interesaba tenernos en los Pirineos. Al final se pudo lograr.

¿Qué corredores consideras clave en la evolución de este proyecto?

Cuando pasamos a profesionales el corredor que más nombre le dio a la Fundación fue Roberto Laiseka. Tam­bién hay que reconocerle valor a Iban Mayo y a la larga a Samuel Sánchez, quien ha sido un corredor, aparte de ser un gran ciclista, muy inteligente, que a pesar de todos los problemas que ha tenido ha salido siempre ade­lante. Samuel mucho antes de haber logrado lo que acabaría logrando ya le había dado mucho al ciclismo vasco y a la Fundación. No quiero olvidarme de la gran contribución de Haimar Zubeldia.

¿Por qué la marea naranja fue de color naranja?

Este es un proyecto 100% vasco, en todos los niveles. Orbea, Etxe Ondo y Astore, las tres fueron marcas vas­cas que apoyaron el proyecto. Le su­mamos vehículos de Irizar y el color naranja tomó los Pirineos porque cedimos al Euskaltel-Euskadi ese pri­vilegio. Pudo ser blanco o verde de la fundación, pero fue naranja.