4 enero, 2017

Seeking Adventure: Pasión por la incertidumbre

DÍA 1

Mientras preparábamos nuestro último viaje de 2016, pensábamos que las bolas curvas ofrecían un potencial muy importante. Las vacaciones inminentes, las tormentas de invierno y las listas de tareas pendientes de final de año hacían difícil cuadrar las agendas; no obstante, con una mezcla de determinación y terquedad, decidimos lanzarnos a los vientos invernales con cierta cautela. Y ahora, visto en perspectiva, quizá haya sido el mejor viaje que jamás hemos hecho.

La aventura comenzó en Portland, donde cargamos los vehículos y dejamos atrás la lluvia esperando cambiarla por la nieve y las temperaturas bajo cero de Sisters, Oregón, donde esperábamos pasar una breve pero apasionante aventura invernal de tres días. Las condiciones de conducción con las que nos encontraríamos a lo largo del trayecto eran bastante inciertas, y nos preguntamos varias veces si nuestra decisión de llevar a cabo este viaje invernal final habría sido acertada. Sin embargo, a medida que descendíamos la vertiente este de las montañas, las condiciones fueron mejorando. El día siguiente amaneció soleado, por lo que nos levantamos con una sonrisa de oreja a oreja.

SISTERS

Sisters es una población con una rica historia de nativos americanos que data de más de 7.000 años. En tiempos más recientes sirvió como efímero campamento militar (Camp Polk, de septiembre de 1865 a mayo de 1866) y en 1870 se construyeron las primeras casas. En 1888 se inauguró Three Sisters; el nombre, que más tardes se abrevió a “Oficina de correos de Sisters”, era un homenaje a la majestuosa belleza de los tres picos que se elevan al sur de la ciudad. La localidad quedó formalmente establecida en 1901 y, para el visitante de Sisters de hoy en día, resulta difícil no sentirse abrumado por el esplendor de las montañas que la rodean.

Ubicada en las estribaciones orientales de la Cordillera de las Cascadas y rodeada por numerosos senderos, pistas de grava, ríos de aguas cristalinas e increíbles cimas montañosas, Sisters lleva grabada a fuego la palabra “exploración”.

ADELANTE

Con un tiempo soleado y una temperatura cercana a los 4 grados bajo cero, cualquier duda que tuviéramos durante el trayecto del día anterior se esfumó y fue sustituida por un ansia creciente de explorar el terreno. Pese a que la previsión meteorológica anunciaba nevadas para el mediodía, nos vestimos rápidamente y, tras una breve parada en una panadería del centro de la ciudad (el día anterior habíamos llegado tarde, por lo que no pudimos comprar lo necesario para el desayuno), iniciamos la jornada con un moderado optimismo.

Después de un breve trayecto por la ciudad y las carreteras que nos llevaron fuera de la ciudad en dirección sur, llegamos a las pistas de grava en las que teníamos previsto pasar el resto del día.

EL CAMINO DE ARRIEROS DE SANTIAM

Por sus sinuosas y desiertas pistas de grava y por la total ausencia de cualquier otra actividad humana (al menos en diciembre), el camino de arrieros de Santiam fue la verdadera razón por la que decidimos establecer nuestra “base de operaciones” en Sister. Construido en la década de 1860, este “camino” sirvió como vía pecuaria y única ruta de transporte por esta zona de la Cordillera de las Cascadas hasta que concluyó la construcción de la Autopista 20 estadounidense, en 1939. Pese a que hoy en día la denominación de “camino” puede resultar algo engañosa, varias pistas de grava, senderos y vías siguen intactos tras los accidentados comienzos de este camino.

Dado que las condiciones iban empeorando de manera progresiva, iniciamos la marcha para tratar de ver hasta qué altura de la montaña éramos capaces de llegar. Durante las tres primeras horas rodamos por las pistas de grava y por senderos ligeramente cubiertos de nieve, pese a lo cual ofrecían una tracción adecuada.

REGRESO

Justo después de las 13:00 horas el cielo se oscureció y comenzó a caer la nieve en serio, por lo que regresamos a casa a toda velocidad. Cuando no estás especialmente cerca de nada en particular, suele ser recomendable tener cierto respeto a la madre naturaleza. Apenas dos horas más tarde llegamos de vuelta a la ciudad y al agradable calor de nuestro hogar de alquiler.

Solo habíamos estado fuera cinco horas, pero a medida que nuestro cuerpo y nuestra energía comenzaban a descongelarse, nos dimos cuenta de los duro y difícil que habría resultado este clima para sus habitantes originales. Nos gusta pensar que somos un equipo robusto, pero mientras preparábamos la cena y contemplábamos desde nuestra casa la nieve que se iba acumulando en el exterior, nos sentimos agradecidos de la comodidad que ofrece la vida moderna. Es probable que mañana haga bastante más frío y nieve mucho más que hoy, lo que nos dará la oportunidad de medir realmente nuestras fuerzas.

Como suele suceder durante estas aventuras, aquella noche nos fuimos a dormir entusiasmados por las experiencias que habíamos vivido durante la jornada y ansiosos por lo que nos depararía el día siguiente. Carl Sagan dijo una vez que “si las constelaciones hubieran recibido su nombre en el siglo XX, supongo que en el cielo veríamos bicicletas”. Quizá aquella noche el cielo no estuviera lo suficientemente claro como para ver las constelaciones, pero sí las vimos en nuestra mente. Y todos esperábamos con avidez la aventura que, con toda seguridad, nos traería la nueva jornada.